jueves, 18 de junio de 2009

5.5. El teatro.


Es, con mucho, el género más conservador. Ello es así por las características intrínsecas del arte dramático; de ellas, la más influyente en ese sentido reaccionario es la de su representatividad: montar una obra de teatro no es, por lo general, barato y la figura del empresario siempre ha procurado arriesgar lo justo, o sea, nada. De ahí que, una vez conseguida la fórmula del éxito, la comedia de tramoyas (un precedente actual del moderno cine de acción y fantasía, el rey de la taquilla contemporánea), esta se recicle una y otra vez, adquiriendo de manera poco que nominal el apellido de los movimientos literarios en boga, como sucede ya con el drama romántico, hegemónico en todo el siglo XIX, desde, al menos, el estreno de Don Carlos (1787), de Schiller, obra en la que se consagra el ideal del héroe iconoclasta [El Fausto de Goethe, posterior, pertenece al género híbrido de La Celestina]. Victor Hugo será uno de los dramaturgos románticos más imitados, especialmente desde su drama Hernani.
Es en la comedia de costumbres de finales del siglo XIX cuando se empiezan a advertir las primeras señales de cambio: el irlandés Wilde compone varias piezas de humor chispeante, con un uso del lenguaje que insinúa ya las Vanguardias.

En cualquier caso, es el teatro nórdico de Ibsen y Strindberg el que se considera como revolucionario. Casa de muñecas del primero, y La señorita Julia, del segundo, se ocupan de problemas sociales acuciantes -la situación de la mujer- con una instrospección psicológica muy acusada. Otro dramaturgo excepcional es el ruso Chejov, autor de Tío Vania.

En la primera mitad del siglo XX coinciden un grupo de dramaturgos -Brecht, Pirandello, Jarry, o el español Valle-Inclán- que luchan más o menos exitosamente, y de forma aislada, por innovar la escena teatral. Los frentes de lucha afectan al lenguaje, la escenografía, la coreografía, la fusión con otras artes (como el cine), las temáticas, etc.

Después de la inmensa catástrofe que es la II Guerra Mundial, surge la corriente llamada teatro del absurdo, la cual ha sido, finalmente, capaz de absorber todas las características del Vanguardismo. Su precursor es Artaud, el teórico del "teatro del grito"; quizás el más conocido de los absurdos sea Ionesco, quien en La cantante calva utiliza un manual de idiomas como modelo para el diálogo de los personajes.

Piezas de mucha mayor entidad son Caligula de Camus, y, sobre todo, Las criadas, de Genet, reflexiones demoledoras sobre el poder y la corrupción.

5.4. Narrativa.


El XIX es el siglo de oro de la narrativa universal. Diferentes escuelas, como la rusa, la francesa o la inglesa, dan como frutos algunas de las mejores novelas que se han escrito nunca. Es interesante señalar, además, el auge de la novela por entregas o folletín, ejemplo máximo de la literatura de masas. Autores como Dumas, Dickens o Hugo emplearán esta exitosa fórmula editorial, y se convertirán en los antecesores de los actuales best-sellers.

El auge de la novela como género, que comienza en el siglo XVII, acabará por dar origen al término "romanticismo". Las primeras novelas, aparte del citado "Werther", inciden sobre la peripecia y los protagonistas desgraciados: la "Pamela" de Richardson. Es habitual el exotismo temporal y espacial.

Merece mención especial el también narrador ruso Pushkin, autor de Eugenio Onegin, un segundo y exitoso Werther.

El momento que podemos considerar como cumbre coincide con la segunda mitad del siglo XIX; es decir, el periodo que la historia de la Literatura identifica como "Realismo". Sin embargo, apuntes de realismo se apreciaban ya en las novelas románticas de Stendhal y Austen.
La novela fundacional es "Madame Bovary" de G. Flaubert. Su argumento es un adulterio en un medio burgués de clase media y será imitada -aunque no superada- con altísimos logros artísticos, como "Ana Karenina" de Tolstoi o "La Regenta" de Clarín.

La superación del Realismo se intentará ya con el "Naturalismo", que defiende la novela de tesis ("Teresa Raquin" de Zola) y se logrará definitivamente con la aplicación de las teorías vanguardistas a la novela experimental del siglo XX. la mayor aportación será la "corriente de conciencia" o "monólogo interior" que, con mayor o menor radicalidad, muestra el flujo libre de pensamiento de los protagonistas de las novelas: ejemplo famoso es el monólogo de Molly Bloom en el "Ulises" de Joyce.

5.3 La poesía.


Como la más alta expresión de individualidad, el poeta romántico exaltará en sus poemas el sentimiento, la pasión desenfrenada, el malditismo, pero también la lengua nacional o el origen de los pueblos.

Es curioso que, una vez instaurado el estado burgués, los artistas se sientan incómodos con él. De ahí el apartamiento de la sociedad, la búsqueda de refugio en el exotismo -sea espacial o temporal- y los paisajes solitarios, salvajes o fúnebres, así como las fantasías de ultratumba.

El poema Kubla Khan de Colleridge expresa como pocos el espíritu romántico. Al parecer, el poeta lo compuso hacia 1800 bajo el influjo de las drogas. Estas, con su capacidad para despertar las ensoñaciones, serán guía predilecta de numerosos artistas, e incluso algunas de ellas serán distintivas de determinados movimientos, como la absenta de los modernistas.

Otros poetas importantes son los ingleses Shelley -el marido de Mary-, Keats y Lord Byron, los alemanes Heine y Hölderlin o el italiano Leopardi.

Un generación posterior es la de los parnasianos y simbolistas franceses. Baudelaire, con su poemario Las flores del mal (1857) revoluciona la sociedad bienpensante hasta el punto de ser procesado (como lo será el novelista Flaubert por Madame Bovary).

Mallarmé, Verlaine, etc. profundizan en la veta simbolista que iniciara el propio Baudelaire con su poema Correspondencias (Estos autores ejercieron una influencia directa sobre el Modernismo hispano). La separación entre significante y significado, característica esencial del símbolo, se agudiza en los años finales del XIX y primeros del XX, dando lugar a las imágenes vanguardistas, donde las palabras, separadas de un contexto inteligible, no apelan a significados superiores sino que buscan producir sensaciones o emociones inefables en el lector. Existe, pues, un reforzamiento de la función poética, de modo que la palabra, como significante, queda exenta de su significado -salvo la connotación- y se manipula como si fuera un objeto; de ahí, los caligramas de Guillaume Apollinaire o cualquier otra manifestación experimental de distribución del texto.

5.2. Literatura europea.


De los tres elementos fundamentales del nuevo arte, dos, la razón y el sentimiento, pugnarán por la primacía en las sucesivas modas literarias, en tanto que el tercero, la originalidad, será un motor cada vez más potente, hasta llegar a ensorceder durante el periodo de las Vanguardias.

La razón y el sentimiento tienen en un principio una convivencia incruenta; la primera da su esencia al racionalismo ilustrado, con Voltaire, Montesquieu y Diderot a la cabeza, y su fruto más ilustre quizás sea la Enciclopedia. El sentimiento, por su parte, se cultiva entre los poetas del rococó que, por lo general, podemos considerar menores.

Sin embargo, la sensiblería rococó tiene mucho que ver en la exaltación del sentimiento que se produce con la publicación del Werther (1774), de Goethe, la cual pudiera ser una de las piezas literarias más influyentes - !de toda la historia de la literatura!- desde el punto de vista social -se dice que no menos de 2000 lectores se suicidaron-, pues consagra la figura del inadaptado social. Este ropaje mutará, sin alterar su esencia, en las generaciones siguientes: románticos, bohemios, decadentistas, modernistas o melenudos, vanguardistas, surrealistas...

Lo cierto es que las peculiaridades técnicas de los géneros influirán también en el predominio de cada uno de los elementos. Así, la novela se plegará con mayor dificultad a las exigencias de la originalidad; y la poesía, por su parte, no aceptará con facilidad los presupuestos de la razón. El teatro, a su vez, y por su carácter empresarial, adoptará tardíamente las innovaciones formales.

5.1 Introducción.

Como dice Félix de Azúa, el hombre del siglo XVIII es ya un ciudadano de nuestro tiempo, pero con las comunicaciones de la Edad Media; como si nosotros, de repente, quedáramos aislados y sin posibilidad de escape en un país sin coche, teléfono o televisión.

Ya no es el ser inocente y crédulo de las épocas pasadas, pues la recuperación del pasado antiguo de Europa no ha sido un ejercicio inocuo. No sólo se ha de tomar de Grecia su arquitectura, escultura o poesía dramática, pues, piensa el filósofo dieciochesco, quizás su mayor enseñanza sea la democracia. No podrá sostenerse, por tanto, que los hombres son desiguales de nacimiento y ello acabará con el rey de Francia decapitado.

Pero no sólo la reflexión política será la responsable del cambio. La sociedad también ha cambiado y son determinantes el papel de la clase empresarial -la burguesía, por lo general, pero también la nobleza en Inglaterra- y el desarrollo de la industria, con el consiguiente nacimiento de la clase obrera, y el crecimiento desmesurado de las ciudades (proceso que sigue muy activo). La aplicación de las innovaciones industriales a la industria editorial favorecerá el progresivo desarrollo de un nuevo fenómeno: la literatura para las masas.

La permeabilidad relativa del nuevo sistema social incide profundamente sobre el individuo en sí, y su emancipación de las ataduras del estamento y de moral para acogerse sólo a la religión del dinero, explican en parte que sea el hombre común y su psique los protagonistas del nuevo arte. Este individualismo visceral provocará que la búsqueda de la originalidad, como expresión suprema del individuo, sea el motor fundamental del arte de las dos últimas centurias. En la literatura esto es fundamental, pues la nueva encarnación del amor cortés, el sentimentalismo romántico, acabará por dar lugar a una nueva hermeneútica, el surrealismo.

Sólo en apariencia contradictorio es que nuevos movimientos gregarios sustituyan al Antiguo Régimen: los individuos buscan en sus semejantes características comunes, y entre ellas, predominarán las de lengua y nación. Es el surgimiento del Nacionalismo.

Son ya otros seres los que habitan el mundo, y empiezan a confiar en la razón como guía de la existencia, relegando la fe al ámbito de la superstición.

4.2.4. Otros géneros. El ensayo.


La progresiva implantación de las lenguas vernáculas como transmisoras de la alta cultura llegó con algo de retraso en lo que se refiere a la prosa científica, pues conviene no olvidar que la universidad siguió exigiendo el latín para sus comunicaciones hasta bien entrado el siglo XIX.

Sin embargo, numerosas piezas especulativas de importancia capital se irán publicando en la Edad Moderna. Son fundamentales, ya en el siglo XV, los Diálogos de Amor, del hebreo hispano-italiano León Hebreo, que, con el Diálogo de amor de Marsilio Ficino, constituyen la base neoplatónica de la poesía petrarquista del renacimiento europeo.

Fue precisamente el diálogo un subgénero de preferencia para los humanistas, pues subrayaban con su elección la recobrada importancia de la filosofía platónica. Una pieza deliciosa son las Conversaciones sobre la pluralidad de los mundos, de Didier de Fontenelle (1686)
El tratado aristotélico tampoco fue desdeñado,y quizás la aportación más importante sea el Discurso del método de Descartes.

Pero si hay una obra decididamente revolucionaria son los Ensayos del francés Michel de Montaigne, escritos a capricho y fantasía del autor, y con una actitud de diálogo con el lector. Su influencia sobre la literatura del futuro será decisiva.

4.2.3. Lírica. Géneros mixtos: la égloga.


Característica universal de la poesía europea de la Edad Moderna es el triunfo del petrarquismo. Ingleses, franceses, españoles contribuyen masivamente a la moda del soneto y a la reiteración abusiva de los tópicos grecolatinos del Carpe diem y su variante Collige virgo rosas, así como del Beatus ille.

En la evolución de la poesía hacia el Barroco, es fundamental la búsqueda de una nueva expresión: viejos conceptos con nuevas palabras, en suma, pues la sustancia no cambia apenas. Se seguirá cantando la belleza de la amada y, si acaso, se apelará con mayor frecuencia a la carnalidad.

Esa intención de expresarse de manera rebuscada quizá alcanza su máxima intensidad en los cultismos españoles (culteranismo y conceptismo). Otras manifestaciones son el marinismo italiano, el eufuismo inglés y el preciosismo francés.

La égloga, como el diálogo que veremos luego, es un género especial de esta época. El modelo clásico es Virgilio, y es una interpretación -más interesada que equivocada- de su égloga IV lo que entronizará el género como uno de los superiores que puede tocar todo poeta, pues su cultivo lo alinea con los profetas y los que, en general, han sido elegidos por los dioses para dar testimonio.De ahí el carácter alegórico de estas piezas pastoriles, en las que los personajes esconden a nobles y las lecturas en segunda instancia ofrecen significados más complejos. Los ejemplos señeros son las de Garcilaso.

4.2.2. Teatro.


En el teatro europeo de la Edad Moderna será determinante el debate aristótelico; es decir, la polémica entre los que exigen que se respeten las recomendaciones de Aristóteles sobre el teatro -regla de las tres unidades, etc.- y los que, puestos a contentar al público, como Lope de Vega, prefieren aplicar lo que les dicta la experiencia.

Seguir las reglas aristótelicas en pleno Renacimiento tiene su importancia, pues no conviene olvidar que lo que se pretende, al menos teóricamente, es recuperar la dramaturgia clásica.

En ese sentido, los primeros intentos italianos datan del siglo XV: la Fábula de Orfeo, de Angelo Poliziano, es, en cierto modo, un antecedente de la ópera, y los primeros ejemplos plenos de esta nueva forma musical, Dafne de Marco da Gagliano y Euridice de Peri (hacia 1600) serán tentativas declaradas de resucitar el teatro clásico.

Aparte de esa línea académica, en Italia hay otra popular, la Comedia del Arte, que se basa siempre en los mismos personajes: Polichinela, Colombina, Pantalone, etc.

Los teatros nacionales más importantes serán, no obstante, el inglés, el español y el francés, ya en el siglo XVII. En los dos primeros predomina la forma anticlásica de la tragicomedia, en tanto que en el francés se intentará una clara distinción genérica.

Shakespeare es uno de los grandes genios de la cultura occidental -siempre que su papel no haya sido el de un testaferro-. Personajes como Hamlet, Macbeth, Ofelia, Marco Antonio, etc., son arquetipos de la caracterización dramática.
Otros autores importantes son Johnson, con su comedia Volpone, o Marlowe, otro gran trágico.

En Francia, hay gigantes trágicos como Racine -Fedra, Británico...- y cómicos, como Moliere, cuyas obras, ya desde el título, abogan por una función también catárquica para la comedia: El avaro, El burgués gentilhombre, El enfermo imaginario, Tartufo o el hipócrita...

lunes, 15 de junio de 2009

4.2.1. Narrativa. La épica. La novela.


La novela corta, en la que el modelo propuesto por Boccacio en el Decamerón es universalmente seguido, tiene excelentes ejemplos no sólo en la literatura española -la novela picaresca, la sentimental, la morisca...-. Este género llegará a su madurez con la citada La princesa de Cleves, de Madame de Lafayette.Una novela muy influyente será la Arcadia, del italiano Sannazaro, que inicia la moda del libro pastoril. Sus protagonistas, inmersos en una naturaleza idealizada y primaveral y poseídos por el amor de una manera muy cortesana, entretienen el tiempo contando historias breves (novelas cortas, al fin y al cabo, como las ejemplares del Quijote, otro libro, que no novela).Otro género de libro, los de caballerías, herederos de la épica caballeresca de la Edad Media, tendrán un éxito extraordinario. El más conocido es el Amadís de Gaula, de Garci Rodríguez de Montalvo.La épica en verso conoce un nuevo renacer gracias a la fama del Orlando furioso, de Ariosto, que es una nueva ficción sobre el Cantar de Roldán. Se relatarán también epopeyas reales, como la de los descubridores portugueses en Os Lusiadas, de Camoes, o de los conquistadores españoles (la Araucana, de Ercilla); o las cruzadas, en la influyente Jerusalen liberada, de Tasso. Incluso se tratarán temas bíblicos y morales: el Paraíso perdido, de John Milton